Juan José Ochoa
Recientemente se publicó un artículo titulado “En 10 días y sin consultar, quitaron 53 has al bosque”. En él se narra la recuperación de una superficie del bosque de La Primavera, por parte de un particular (https://www.ntrguadalajara.com/post.php?id_nota=128195#.XQfGyp0y6XY.whatsapp).
El contexto de la nota hace ver como un proceso leonino donde la autoridad responsable pudo haber estado coludida en favor de los intereses del particular.
Esta retórica con sutil toque de autoflagelamiento, nos impide reconocer dos vicios muy arraigados que no hemos podido desterrar y nos impiden crecer: el de no asumir la responsabilidad para atender los problemas desde su origen, y el de considerar que cada evento, acción y a veces ocurrencia, son la gran solución para toda dificultad.
En primer lugar, es importante aclarar que el procedimiento descrito en el artículo, es totalmente legítimo. “Si un bien es propiedad de una persona, no puede ser a la vez de otra, a menos que sean condueños”.
Los errores cotidianos de información y registro, aunados a la impericia y limitaciones técnicas de las instituciones, en este caso provocaron, no que se perdiera superficie, sino que creyéramos en su momento, que el bosque cubría una superficie mayor. El particular simplemente hizo valer su derecho; algo que cualquier persona en un régimen democrático y de libertad, tendría la obligación de hacer para proteger su patrimonio.
Así que, desde mi perspectiva, no hay ninguna irregularidad en ese proceso de recuperación de una propiedad privada.
En el propio artículo se explica sobre el decreto que en 1980 declaró al Bosque de La Primavera como un área de protección de flora y fauna (importante: no se declaró como un área natural protegida que es otro estatus). En esa fecha, ya había sido impactado en dos zonas: en el norte por los fraccionamientos Rancho Contento y Pinar de la Venta, mientras que, en el oriente, por los fraccionamientos El Palomar y Bugambilias. Por cierto, en ese entonces no hubo un solo defensor de La Primavera.
Ese decreto bien podría ser el primer ejemplo de nuestro título: “el remiendo y la panacea”.
El remiendo, porque el impacto ya estaba presentándose; y la panacea, porque de inmediato la idea fue, por lo menos lo que se demostró, que “ya con eso” estaría resuelta la “protección”.
¡Cosas más falsas!
Ni el remiendo ni la “etiqueta” fueron suficientes para curar el daño ya hecho ni proteger el área en un futuro; y el futuro ya estaba demasiado cerca.
Esto es tan común y similar a otras acciones que eventualmente se realizan para tratar de subsanar y resolver problemas. Por ejemplo, ante la lentitud y la falta de transparencia en los trámites de alguna dependencia, suele presentarse en cierto momento con “bombo y platillo”, la creación de una “Ventanilla única” ¡Hurra la ventanilla única! ¡Larga vida a la ventanilla única! Pero esto, ni resuelve los daños provocados por la burocracia, ni evita que esa burocracia pervierta la flamante ventanilla única.
En esos ejemplos, vemos que las acciones no tienen una vinculación efectiva con la problemática real y de fondo que es a la que hay que identificar, combatir y desactivar.
Volviendo al caso del bosque de La Primavera, el problema en 1980, aunque incipiente, era el enorme atractivo a futuro que presentaba la zona; y la clave para protegerla en ese momento, era que no estábamos tan acostumbrados a los largos traslados y los terrenos eran mucho más baratos. Entonces debió entenderse que ese decreto, como cualquier acción que se toma, no era el final del camino, sino el inicio de otras acciones complementarias y que, en ese caso, tendría que haber sido la adquisición de todos los terrenos de fácil acceso y de vista hacia la mancha urbana, que en aquel tiempo era mucho más pequeña. Eso tal vez habría establecido una barrera física que ahora no existe. La Primavera “hizo agua” por todos lados.
¡Hurra el decreto! vs ¿Hurra el decreto?
Instrumentos de protección o de planeación similares al decreto de La Primavera, se publican constantemente y su aplicación muchas veces es distorsionada por intereses económicos o políticos. Hay un ordenamiento ecológico territorial que tuvo que ser modificado en 2001 para dar lugar a un desarrollo con campo de golf en Puerto Vallarta. Hay planes de desarrollo municipal que nunca llegan a operar o planes de desarrollo urbano y planes parciales de desarrollo que no se cumplen, porque su diseño e implementación están totalmente alejados de la realidad.
Y todos estos instrumentos que en la práctica son “remiendos” considerados “panaceas”, no operan adecuadamente porque la idea que tenemos es que, ya con eso se resuelven los problemas con los que tienen relación. ¡Falso! En realidad la implementación de esos instrumentos deben ser el inicio de acciones ordenadas para su debida operación. Pero ahora solamente sirven para sacar la foto del periódico o por lo menos para el “feis”.
Creo que necesitamos entender que la situación de La Primavera es muy precaria y la forma en la que han ido avanzando los desarrollos inmobiliarios, han provocado el incremento descontrolado de los precios por metro cuadrado, lo que hace prácticamente inviable la posibilidad de comprarlos para protección. A eso hay que añadir la posibilidad de que propietarios exijan el mismo trato que a otros desarrolladores, ya que todos tenemos los mismos derechos.
Aunque no está perdida como un área proveedora de servicios ambientales, ni las autoridades, ni la sociedad, parecen estar dispuestos y preparados para discutir las diferentes posibilidades para su manejo, pero hay otros temas de manejo ambiental que están en ciernes y ni siquiera los estamos discutiendo.
Por ejemplo, tenemos un macrolibramiento que junto con las diferentes áreas urbanizadas de por lo menos 8 de los 12 municipios que integran la región centro, forman una inmensa área que ahora representa el siguiente tesoro para los desarrolladores; y no hay nadie que hable de preparar un plan de manejo para esa zona, y mucho menos, actitud y disposición para atender los problemas que, sin duda alguna, se presentarán más adelante si no se ataja a tiempo. Porque el “quid” de la especulación de terrenos es precisamente comprar cuando casi no valen nada, y luego desarrollarlos y venderlos como si fuesen “El Cielo”, que no es expresión etérea.
Recordemos que hay fraccionamientos que fueron autorizados indebidamente y que, durante fuertes lluvias, el agua les llega a 50 centímetros ¡dentro!, de la vivienda. Por lo que ha habido necesidad de “remendar” el problema con costosísimos colectores que, o debieron haber sido construidos antes, o nunca debieron necesitarse porque esos desarrollos no tenían que haber sido autorizados.
Recordemos en entrega anterior titulada: “Y… ¿16 años no son nada?, Burocracia y consecuencias en el Lago de Chapala”: https://laberintonetwork.wordpress.com/2019/05/25/y-16-anos-no-son-nada/ la presentación hace 16 años, del problema de usos agrícolas y pecuarios indebidos dentro del límite del lago de Chapala, confirmada con una entrevista en el periódico El Informador el 3 de mayo de 2003. En ese entonces proponíamos un ordenamiento del área lacustre y establecer límites de usos de fertilizantes y pesticidas, y las autoridades ni siquiera lo consideraron. Pero en este año, la Secretaría de Salud, advierte el incremento de enfermedades renales en Poncitlán, derivados de los altos niveles de residuos de fertilizantes y pesticidas en el lago.
Parece que ni siquiera hay “remiendos” suficientes para algunas omisiones.